23.2.13

Las aventuras de la Radio




Transcurría el mes de junio de 1985. El primer día de feria estaba repasando el dial de la radio para ver si alguna emisora hablaba de nuestro pueblo, cuando escuché algo que me dejó sorprendido: “Sintoniza Radio Chiclana”. Me pareció mentira, ya teníamos radio. Luego me enteré cómo había nacido. Todo había comenzado pocos días antes en una reunión convocada por José Coca Rodríguez y Tomás Gutiérrez Forero.

Pepe Coca, era el técnico, experto en electrónica, fue capaz de poner en marcha la emisora en menos de quince días, además de quedarse sin teléfono, pues el suyo, 401727, se lo dio a la radio para siempre. Tomás era el del proyecto, llevaba varios años con la idea en la cabeza, se había leído no sé cuántos libros sobre el tema y lo tenía todo diseñado, desde la programación a los anuncios. Pusieron en el proyecto, alma, conocimiento, trabajo y empeño. Y lo lograron. Reunieron a quienes sabían que tenían amor a la radio, entre seis u ocho pidieron un préstamo de quinientas mil pesetas y comenzaron a funcionar. Gracias al trabajo de todos, Chiclana tiene hoy una emisora de radio. Aunque no sea exactamente la que ellos soñaron.

La programación era muy diversa, no se dedicaban sólo a entretener a la gente poniendo canciones, sino que, diseñada como radio local, tocaba todos los temas, culturales, sociales, deportivos, etc., que estaban relacionados con Chiclana. Su objetividad era la suma de sus subjetividades. Teniendo claro que cada uno tenía sus ideales y que intentar evitar que cada cual contara el mundo como lo veía era hacer una radio apática y sin personalidad, Tomás nunca impidió a nadie dar su opinión, prueba de ello es que yo siempre dije en mi programa lo que me salió del alma sin pasar por ninguna censura. Recuerdo que cuando nos reunía siempre decía lo mismo: “Debemos ser honestamente subjetivos”. Y de esa variedad y libertad salió el prestigio de Radio Chiclana.

A mí me había gustado siempre el medio y tenía ganas de colaborar, pero no sabía cómo hacerlo. Todos los domingos había un programa a las nueve de la mañana, titulado “Despierta”, que tenía dos horas de duración. Los locutores eran Antonio Andrade y Pepe Coca. En el control y registro de sonido estaba Ángel López y como invitado, Bartolo Canto, que interpretaba a un cura llamado “El Padre Ado”. Poco más tarde, a Bartolo se le ocurrió un nuevo personaje totalmente diferente. Cambió como un calcetín, del cura, la mayoría de las veces problemático, pasó a un niño pequeño con muy poca vergüenza. En este programa también colaboraba Paco Montiel con sus “Historias de Montipá”. Un domingo, le comentaron a Paco que por qué no se buscaba a un hombre mayor para que entablara conversación con el niño. Paco me conocía desde que nació y se hizo el encontradizo conmigo. “Abuelo, el próximo domingo le voy a recoger a usted en su casa para llevarle a la carretera de Fuente Amarga, que en la calle Capote están los estudios de Radio Chiclana y me gustaría que la viera por dentro”. Así fue, a las nueve menos cuarto ya estaba dejao caé en el quicio de mi casapuerta esperando a Paco, y cinco minutos después, en la radio. Aquello era para mí algo nuevo, pero, aunque me impresionó, no me atemorizó, por lo que cuando me invitaron a sentarme en la mesa donde hacían el programa, acepté encantado. Una vez que éste comenzó, Pepe Coca me puso delante un micrófono y, sin darme siquiera cuenta, comencé un diálogo improvisado con el “niño”.

“Hoy el niño viene acompañado de una persona mayor que por su aspecto parece su abuelo”, dijeron para presentarme. Comenzaron haciéndome varias preguntas: primero que cómo me llamaba, contesté que Sebastián Sanduvete-Salado Sánchez-Saucedo. Qué edad tenía y dije que como la memoria la había mandao a componé, había perdío el cuento. Uno me dijo que tenía la impresión de que todavía podría responder en muchas materias y le contesté: Eso, sí, el primero muy despacito, en el segundo me voy cansando, y cuando llego al tercero, arrastro la lengua por el suelo, porque tiene mucha guasa vivir en un tercer piso sin ascensor.
Los oyentes comenzaron a llamar para felicitarnos y para hablar con nosotros. El programa era un magazín bastante improvisado, donde se hablaba de todo y todo se comentaba. Un día, llamó una persona protestando porque en su calle hacía varios días que no había luz. Nos preocupamos por el tema y al domingo siguiente pudimos anunciarle que se había solucionado. Ese día recibí varias quejas más y así fueron aumentando las llamadas. Todo ello, nos obligó a cambiar de estilo hasta llegar a transformarnos en receptores de las quejas del pueblo. El hilo conductor y guión principal era atender al ciudadano y recoger sus peticiones, que no se quedaban sólo en un diálogo radiofónico, sino que una a una las íbamos anotando y cuando se arreglaban las comentábamos. Lo mismo nos llamaban para indicarnos que una calle estaba falta de luz, que una acera estaba levantada, como para cualquier tipo de deficiencia que alguien hubiese detectado. Eran tantas las llamadas que llegamos a contabilizar en un solo día más de ochenta. Cuando el Ayuntamiento arreglaba algo, Juanito el de Obras dejaba una nota en el despacho de la Policía Municipal, en el propio Ayuntamiento, y nosotros el domingo lo comentábamos y borrábamos como solucionado el problema en cuestión. No todo eran quejas, también existían llamadas simpáticas y graciosas. Recuerdo una vez que me llamó una señora y me citó en la puerta del Hogar del Pensionista un día a una hora determinada. A la hora que me dijo, allí estaba el tío, puntual, pero ella no apareció. El domingo siguiente fue la primera que llamó, diciéndome que se había quedado compuesta y sin novio, le contesté que así me había quedado yo ya que ella no compareció a la cita. Pero seguía insistiendo, llegando hasta a jurar “que me muera yo, que fui”. No jure en falso -le contesté- no vaya a ser que te entre lo que le entró a mi abuela.

Cada domingo introducíamos algunas modificaciones en el programa, respetando, claro está, las llamadas de las quejas. Recuerdo con especial cariño, a una señora que me llamaba todos los domingos. Decía que su nombre era “Metamorfosis”. Como no se quedaban las llamadas registradas, ni se sabía el número como hoy, cada cual podía transformarse o ponerse el nombre a su gusto. Esta mujer era Ana María Fornell Ruíz. Auténtica heterogénea y polifacética. Lo mismo escribía un poema de amor, que un pasodoble para su chirigota.

Hacíamos adivinanzas y al acertante le regalábamos los avíos de un puchero que tenía que recoger en la Carnicería de Pedro, en Santa Ana, que nos lo daba gratis. También estuvimos una buena temporada regalando a las Apas que nos lo solicitaban, una señal de Stop pintada en una tabla de madera con un palito, para que a la hora de la entrada y salida de los colegios, como no se ponían los guardias a regular el tráfico, los padres o los niños mayorcitos, parasen la circulación para poder cruzar sin peligro.

Participaba de una radio viva, ágil, con personalidad, que comenzaba a quitar audiencia a las radios de siempre y eso preocupaba. Tuvo que dejar los estudios de la calle Capote y marchar al Campito en un lugar en precario que le cedió el Ayuntamiento. Más tarde, todo se arregló e inauguramos unos estudios preciosos y modernos en la Calle La Vega en un piso comprado por Coca y Tomás. Así íbamos funcionando hasta que un día llegó el Ayuntamiento y, no sé cómo, pero se quedó con nuestra radio.

Aguanté un tiempo hasta que Paco Montiel se fue a Radio La Isla y, como es lógico, me fui con él.
Pero el tiempo que estuve en Radio Chiclana experimenté unas vivencias que no olvidaré mientras viva. Tuve multitud de experiencias y contactos con personas que nunca me hubiera podido imaginar. Me sucedieron muchas anécdotas, unas las viví en primera persona y otras le ocurrían a diferentes miembros de la radio.

Por ejemplo, recuerdo que un día me quedé en los estudios acompañando a Tomás que tenía un programa después del nuestro. Ese día era posible que el Chiclana C.F. ascendiera a tercera división, pero tenía que darse una carambola muy complicada. El que iba primero en la liguilla de ascenso, el San Juan de Aznalfarache, jugaba en su casa con el Santaella, que iba el último y el Chiclana jugaba en casa con el Valverdeña que iba el segundo. Para poder subir, el Chiclana tenía que ganar y el San Juan perder, cosa harto difícil. Nuestro equipo estaba todavía jugando cuando el San Juan ya había terminado su partido. Llamamos al cuartel de la Guardia Civil de San Juan de Aznalfarache, como era nuestra costumbre, para preguntar el resultado del partido, y el guardia nos dijo que venía de prestar servicio allí y que el San Juan había perdido. Para colmo, el Chiclana iba ganando, por lo que comenzamos a dar la noticia por la radio y animar a nuestro equipo. Nos pusieron en la megafonía del campo municipal, viviendo en primera persona uno de los ascensos más emotivos que ha tenido nuestro Chiclana C.F.

Un domingo me llamó una señora de La Isla quejándose de que la carretera de la Barriada Bazán estaba en muy mal estado. Le contesté que no se preocupara, que si algún responsable nos estaba escuchando seguramente la mandaría arreglar. Poco más tarde llamó un hombre, también de La Isla, diciendo que quería hablar-nos sobre la llamada anterior: “Esa carretera se encuentra en muy malas condiciones debido al paso de tantos camiones pesados que circulan con materiales para la factoría Bazán”. No señor, le repliqué, los camiones de gran tonelaje no pueden pasar por ese sitio ya que la altura del puente de “La Alcantarilla” limita el paso a poco más de tres metros. Todos los grandes transportes, continué, tienen que coger por la estación, pasar por la zona militar y salir por el cuartel de Instrucción de Marinería para continuar por el puente de hierro hasta llegar a la Bazán o a la Carraca. El oyente, sorprendido, sólo pudo articular: “Efectivamente, toda esa zona militar data de 1796”. Y yo, que me conocía la zona al dedillo, le remaché: Es verdad, y por aquellas fechas reinaba Carlos IV. (Es que estos datos se encuentran en el centro de la “Puerta La Cuarta”, que da entrada hacia los astilleros de Bazán y el Arsenal de la Carraca) El buen hombre no se podía ni imaginar la de paseos que me he dado por todos los pueblos de la Bahía. 


También me acuerdo de otra llamada que finalizó en polémica. Estaban terminando de arreglar y de encalar la Barriada del Carmen o del campo fútbol como la conocemos todos. Una señora llamó y nos dijo: “Ya que están tan blancas todas las viviendas, debería el Ayuntamiento encalar la paretilla del Campo Municipal de Deportes”. Muy bien señora, le contesté, no se preocupe que se encalará. Al día siguiente vino a verme un directivo del Chiclana C.F. y me comentó que el responsable del mantenimiento del campo era el utillero del club, y que por todo su trabajo cobraba cuarenta mil pesetas.

En el programa siguiente informé de todo esto y dije que el responsable del mantenimiento del campo era un individuo que tenían contratado para esos menesteres. No me lo explico, pero mis palabras tuvieron que caerle fatal a más de uno. Un familiar escribió una carta al director del Diario de Cádiz titulándola “La radio desinformada” y entre otras cosas decía que este hombre se llamaba Antonio y no era ningún individuo. No tuve más remedio que contestar titulando mi carta “El abuelo informado” y aclarando que nunca me había dirigido a nadie de forma despectiva y diciéndole que el diccionario era la fuente de la sabiduría de todos los individuos y que recoge dicha palabra como persona perteneciente a una clase, corporación, etc. Persona cuyo nombre y condición se ignoran o no se quieren decir. Me acordé, aunque no lo incluí en la carta, del chiste aquel que decía: “Me llamó estafador y me aguanté, me llamó ladrón y no dije nada, me llamó sinvergüenza y me callé. Pero me dijo individuo y no me pude aguantar, le metí mano”.

Probablemente Radio Chiclana tenga mucha culpa de que este viejo pueda cumplir un siglo. Mi aventura en la radio me dio vida, me permitió exponer públicamente mi opinión sobre los temas que creía conveniente, viviendo las penas y las alegrías de los oyentes. Creo que es de bien nacido el ser agradecido. Por eso, de corazón, muchas gracias a la radio. Gracias por permitirme compartir con el pueblo de Chiclana la libertad que transmitía en sus ondas.
-¡Abuelo! ¿Cómo era la letrilla que usted cantiñeaba, después de la sintonía del programa?  
-Espera, hijo, que me lo piense un poquito...

“Despierta es el programa que comienza
escúchelo porque le va a gustar.
Si quiere puede formular sus quejas
de algo que en Chiclana marche mal.

Pa consultar por algo que le inquiete,
no dude en su teléfono marcar,
cuarenta diecisiete veintisiete
que todo nuestro apoyo encontrará.

Y es que radio Chiclana pretende
en este su programa matinal,
que el chiclanero diga cuanto sepa
ya sea de la Banda o del Lugar”.




28.10.12

Alcalde Martínez de Pinillos



Sebastián Martínez de Pinillos y Bel. Nació en Cádiz, 1888 y falleció en Chiclana, el año 1953.
Hijo del Alcalde de Cádiz D. Sebastián Martínez de Pinillos y Tourné.

Voy a tratar de contar lo más abreviado posible, la historia y las cosas que –como alcalde que fue en varias ocasiones– este hombre emprendió y llevó a cabo en nuestro pueblo. Cuando el golpe militar de Primo de Rivera era alcalde de Chiclana Andrés Escobar Guillén (29-01-23 al 01-10-23) como podéis apreciar, duró el tiempo que dura un parto. Fue sustituido por Martín Periñán Parra que permaneció solamente tres meses, pues el 16 de enero de 1924 nombraron alcalde por vez primera, a Sebastián Martínez de Pinillos y Bel.

Este hombre fue muy carismático, hizo una política muy personal y dejó su marca en nuestro pueblo realizando obras que han llegado hasta nuestros días. Destacar la construcción del Ayuntamiento en 1928 y en el mismo año la inauguración de la Alameda del Río y el acogedor y precioso Puente Chico. Ya en 1926 había sido nombrado “Hijo Adoptivo y Predilecto” de Chiclana a petición del Primer Teniente de Alcalde D. Ricardo Martín Amaro. Su mandato fue uno de los más largos de la época y, aunque tuvo el paréntesis de un mes (26-02-30 al 20-03-30), en el que fue alcalde el viñero Bernardo Periñán Parra, D. Sebastián Martínez de Pinillos y Bel estuvo al frente del Ayuntamiento hasta el 12 de marzo de 1931.

Cuatro años más tarde, –en plena Guerra Civil– volvió nuevamente a ocupar dos años más el sillón consistorial. Del 22 de julio de 1936 al 24 de marzo de 1938. Un mes más tarde tomaría el relevo Antonio García Trevijano, que se mantuvo mandando durante diecisiete meses.

En septiembre de 1926, comenzó la construcción del nuevo Ayuntamiento, que se edificaría en la céntrica calle Risso, en el solar donde antes estaba el Hospicio y que había sido adquirido por el Consistorio en cuatro mil duros. Este Hospicio, que también se conocía como Casa de Misericordia, fue donado a la ciudad por un comerciante genovés afincado en Chiclana, que se llamaba don Alejandro Risso. Por cierto, que a esta calle, ahora llamada Constitución, se le conocía primitivamente como la de Aguardientería, debido a la cantidad de alambiques para destilar el orujo de la uva que en la misma existían. El proyecto del Ayuntamiento se le encargó al arquitecto José María Plaza y las obras a una empresa de Madrid que se llamaba Max Jacobsen, pues por aquí, al parecer, no había constructora para afrontar una tarea tan importante, con un presupuesto de cincuenta mil duros. Para el mobiliario se fueron a la Casa Campe de Cádiz. El nuevo inmueble se construyó en estilo renacentista y fue inaugurado por el Obispo de Cádiz el 8 de julio de 1928.

En ese mismo mes de septiembre también comenzaron las obras del puente de cemento frente a la calle La Vega, en sustitución del que arrastró la inundación del año anterior, que era de madera sobre estacas. Así, la gente de La Banda podía pasar más fácilmente a comprar en La Plaza. Para esta obra los vecinos pudientes de Chiclana realizaron al Ayuntamiento un préstamo al siete por ciento de interés. Un año más tarde, en 1927, estrenamos el puente, que iba a ser emblemático hasta el final de su vida cuan-do, aprovechándose de la riá del sesenta y cinco, lo derribaron para hacer el mamarracho que tenemos ahora. Puede sonar a exageración, pero era todo un símbolo querido por el pueblo y su destrucción nos pareció a muchos chiclaneros como si en Sevilla tiraran la Giralda o la Torre del Oro.

Y ya que estábamos con el puente, también se le metió mano a la Alameda que no se remozaba desde que a finales del siglo XIX lo hiciera el alcalde José María Quecuty. El trabajo de remodelación se hizo durante el año 1927 y para la feria de ese año estaba prácticamente terminado. Costó más de veinte mil duros y el kiosco de la música, coqueto, precioso y que nos duró hasta la riá del sesenta y cinco, pasó de las siete mil pesetas. Aprovechando que todavía le quedaba algún dinero, Martínez de Pinillos arregló la calle Magistral Cabrera y edificó la actual Plaza de Abastos.

Inauguración Ayuntamiento 1928


Alameda con su antiguo Quiosco 1928

Por aquella época existía la costumbre, que llegó hasta bien entrados los años setenta, de pasear por la Alameda y por la calle La Vega. Martínez de Pinillos puso orden en estos paseos, estableciendo que teníamos que circular por la derecha para no tropezar con los que venían de frente y así, evitar lo que ocurre ahora cuando hay algún acontecimiento en el centro de la ciudad. No se conocían las pipas ni esas porquerías que se comen ahora envueltas en bolsas de plástico con muchos colorines. Una de las pocas chucherías que conocíamos eran los piñones, que se comenzaban a comer a finales de julio, por Santa Ana. La Alameda –recién estrenada– estaba siempre llena de cáscaras y este alcalde sacó un edicto donde prohibía que se arrojaran en las vías públicas. Tras esta restricción, la gente en un bolsillo llevaban los piñones y el otro se usaba para guardar las cáscaras. Aunque hizo un pueblo más limpio, esta medida no gustó mucho a cierta gente. Cuando dejó de ser alcalde, le echaron en su casapuerta un saco lleno de cáscaras de piñones. 


Archivo Municipal





 Puente Chico 1928

Puente Chico. El coqueto puente que tras la riada del 19 de octubre de 1965, fue posteriormente sustituido por la pasarela actual cuyo “diseño” lo realizó Juan de la Vega.

El 27 de febrero de 1924, una comisión formada por las personas más representativas de las “fuerzas vivas”, enviaron un telegrama al gobierno, al amparo de los nuevos aires que corrían con la suavización de la dictadura y con el gobierno de Berenguer, en el que pedían: “Fuerzas vivas ciudad de Chiclana, han presentado respetuosa protesta ante el Gobierno Civil, para que Don Sebastián Martínez de Pinillos y Bel, no continúe como alcalde del Ayuntamiento de Chiclana”. Rápidamente es atendida esta propuesta y se nombra nuevo alcalde, recayendo el honor en un socio del Sindicato fundado por el Padre Salado. Con la lógica alegría, el presidente del sindicato envió el siguiente telegrama: “Sindicato Obrero de Viticultores presido, congratularse elección Alcalde recayera en nuestro venerable socio D. Bernardo Periñán Parra”.

Hasta aquí todo normal. Lo lógico dentro de la política, unos aprietan y otros ceden. Pero unos días más tarde, el 4 de marzo, ocurre lo curioso. El sindicato que cuatro días antes enviaba un telegrama alegrándose por haber sido elegido alcalde un socio suyo, ahora se moviliza para reivindicar que el puesto de alcalde, con dictadura o con dictablanda, debía seguir en manos de Sebastián Martínez de Pinillos. A ellos se les suman las “fuerzas vivas”. ¿Alguien entiende esto? Primero, Martínez de Pinillos no vale, luego, todos contentos con la decisión de nombrar como nuevo alcalde a Bernardo Periñán, socio fundador del Sindicato, y por último, todos pidiendo la vuelta del alcalde de la dictadura. ¿Alguien me lo puede explicar? Colofón y resumen final: en mayo el Gobierno cesó a Periñán y volvió a poner a Martínez de Pinillos.

El 15 de abril de 1931 todos nos levantamos republicanos. Nadie se acordaba ya que en las elecciones municipales celebradas tres días antes, las candidaturas monárquicas habían obtenido mayoría absoluta. Primitivo Collantes, que había relevado de su puesto como alcalde a Martínez de Pinillos hacía poco más de un mes, es sustituido por Javier de la Cruz Cortijo cuando el 29 de abril el gobernador civil de la provincia “En vista de las numerosas y atendibles protestas presentadas a este Gobierno Civil, contra las elecciones celebradas el pasado día 12 en ese Ayuntamiento, he acordado, ateniéndome a las instrucciones de la circular número 74 del Ministerio de la Gobernación, suspender a ese Ayuntamiento en sus funciones y que se posesione y haga cargo del mismo, con carácter interino, una comisión gestora...”. El 31 de mayo se repitieron las elecciones logrando los republicanos 16 concejales y 4 los socialistas. ¡En poco más de un mes, hay que ver cómo había cambiado todo!

También las calles, como era de esperar, cambiaron sus nombres, borrándose toda referencia tanto a la monarquía como a la pasada dictadura. Unas veces recuperaron su nombre antiguo y otras se dedicaron a figuras o instituciones relacionadas con el nuevo régimen. La Plaza San Juan Bautista pasó a llamarse Pablo Iglesias; la de Alfonso XII, Plaza de la República; Martínez de Pinillos se llamó Galán y García Hernández; Reina Mercedes se dedicó a Francisco Ferrer, Miguel Primo de Rivera volvió a su antiguo nombre de Risso, y así un montón de ellas que ahora no recuerdo bien.

Las primeras noticias que tenemos sobre la sublevación contra la República nos la trae a primeras horas del 18 de julio de 1936, Clemente González, que trabajaba de telegrafista. Por la tarde, todos los que eran algo en el movimiento obrero y social, se reunieron en el Ayuntamiento. Allí se decide detener a los representantes más destacados de la derecha y del fascismo en nuestra localidad, pero al final sólo se detuvo al ex alcalde Martínez de Pinillos y a tres personas más.


Pero la muerte del primer chiclanero ya se había producido. La tarde del 18 de julio caía abatido en Cádiz un corneta de dieciocho años, un chiquillo llamado Rafael Soto Guerrero. Hijo de Carlos Soto Guzmán y de Manuela Guerrero Guerra. Un matrimonio con una familia compuesta por nueve hijos: Concepción, Rafael, Javier, José, Carmen, Isabel, Remedios, Carlos y Manuel. Unos años antes, había perdido a su hijo primogénito, llamado José, cuando prestaba su servicio militar en la Armada.

Se encontraba realizando el servicio militar obligatorio en la 2ª compañía del 2º batallón del Regimiento de Infantería de Cádiz nº 33. Poco podía sospechar que el día 18 de dicho mes, tendría el triste honor de convertirse en el primer muerto de la Guerra Civil en Cádiz. Precisamente este joven fue bautizado el 17 de julio de 1918 en la parroquia de San Juan Bautista. Nunca disparó un tiro, carecía de afiliación política y lo único que hizo fue obedecer, que remedio le quedaba, lo que sus jefes le ordenaron. Estuvo en el lugar equivocado en el momento menos oportuno. 

Todo acabó amaneciendo el día veinte, cuando un alférez de carabineros, al que habían nombrado comandante militar de Chiclana, cesó al Ayuntamiento democrático y nombró nuevo alcalde al juez Juan Moreno de Corta (20-07-36 al 22-07-36).

Pero Moreno de Corta sólo permaneció dos días en el cargo. El 22 de julio volvía a ocupar el sillón consistorial, Sebastián Martínez de Pinillos y Bel, hasta el 24-03-38. Y aquí se acaba toda pluralidad en los primeros representantes de nuestro Ayuntamiento.

Durante la dictadura, tanto los alcaldes como los concejales eran nombrados por el gobernador civil de la provincia. Junto con la alcaldía recibían el título de Jefe Local del Movimiento. A partir de Martínez de Pinillos y hasta la muerte del dictador, tuvimos de alcaldes a Antonio García Trevijano, Ramón Romero, Manuel Moreno Herrera, Manuel Guerrero, Tomás Collantes, Agustín Herrero Muñoz, José Fernández Ruiz, Cristóbal Quevedo, Carlos Bertón y Antonio Martínez Navarrete. Algunos pasaron directamente de desalambrar fincas a ocupar el sillón consistorial.
  

Rápidamente se vuelve a cambiar el nombre de las calles. Desaparece todo lo relativo a la república y aparecen las dedicadas a los generales vencedores, los caídos en el bando ganador y como se podía esperar, una de las más importantes se guarda para el general Franco. Únicamente no se atrevieron a cambiar la calle que llevaba por nombre “Los Obreros”. En la actualidad se llama Sor Ángela de Cruz.