31.5.11

La dicha de ser abuelo

La vida me ha dado grandes satisfacciones. Tengo ocho nietos que son, como decía mi madre de mí y de mis hermanos, ¡como yo los quería!, nueve bisnietos que son mi alegría y todos adorables. Ellos me buscan para recibir un consejo o para contarme sus cositas cotidianas.

Por cariño me llaman “papaito”, siento un amor muy especial por mis nietos y bisnietos, me desvivo por ellos, es un cariño muy intenso, como de padre, pero mil veces multiplicado. Nos remueven hasta la última fibra del corazón. Es algo diferente de lo que siento por mis hijos. No quisiera que los bisnietos se me hicieran grandes. Los nietos vienen a contarme sus anécdotas de las profesiones o trabajos que tienen, de sus estudios y progreso, de las metas que van alcanzando.

“Una caricia o un beso, o el dulzor de un caramelo,

cualquier artimaña vale, para ganarse al pequeño”.

He sido un ejemplo en la vida para cada uno de ellos, una unión a la gran cadena de nuestra familia. Doy gracias a la vida por mantenerme hasta hoy con ilusiones y tener una calidad de vida acorde con el siglo que llevo vivido.

Un nieto es un gran proyecto, es volver a la niñez,
es encontrarse de nuevo, con la alegría de ayer”.

Una de las bendiciones más grandes y extraordinarias que nos obsequia el Supremo es la experiencia de llegar a abuelos e incluso bisabuelos. A través de los ojos de un niño que lleva la sangre del los hijos y la propia, se ven cosas olvidadas de la infancia, que jamás se creyó que permanecían en la memoria. La maravilla con que los niños descubren las cosas nuevas, hace comprender a los adultos que se han pasado por alto muchos dones que se tienen alrededor y que por descuido, no se han apreciado lo suficiente. Gracias a Dios por la oportunidad de ayudar a formar a los nietos con menos responsabilidad y sin repetir los errores que cometimos con los hijos. A través de esos nietos que hoy vemos crecer sentimos que nuestro espíritu se transmitirá de generación en generación y de esa manera comprobamos que hemos tenido también la inmensa suerte de ayudar a forjar a los hombres y mujeres de mañana.

Abuelo Chano.