HERMANOS DE SANGRE
Este título puede sugerir, evocar o inspirar una idea, un recuerdo o una sensación.
No se trata de la serie de televisión ambientada en la Segunda Guerra Mundial.
No voy hablar de esos soldados que se atrincheraban en las zanjas para estar a salvo de sus enemigos.
Estas palabras se las quiero dedicar de todo corazón, a un verdadero "Hermano de Sangre".
Un hombre vecino y amigo desde la infancia nacido y criado en la calle Corredera.
Éramos vecinos, de los de antes. Igual o más que una familia. El pozo donde sacábamos el agua para lavar, y lavarnos -ya que no era del todo potable-, era medianero para su casa y la mía. El agua "dulce", -como le llamábamos al agua de beber- la acarreábamos del pozo de "Carmelina", en la casa donde vivía el artista Antonio Benítez.
Mi amigo pertenecía a una familia muy conocida en Chiclana. "Los Mónicos" y "Las Mónicas".
Sus padres: Manolo Avila y María Ballesteros "La Mónica".
Eran siete hermanos: Paquita, Manolo, -que falleció muy joven-, Mónica, Pepe, María, Juani y Pedrín, el benjamín, o miembro más joven de esta familia.
De Pedrín -mi hermano de sangre-, tenía que contar algunas cosas.
Como yo tenía tres años más que él, lo enseñé a jugar a todo. -A todo lo que jugábamos antes-.
Una vez, después de salir del cine, quisimos imitar a un indio y a un soldado que dándose un corte en las manos, la juntaban y ya eran hermanos de sangre.
Cogimos una cuchita de afeitar de la marca "Moto", y yo dándomela de valiente, fui el primero en cortarme un dedo. Seguidamente, quise cortarle otro a Pedrín pero le daba mucho miedo y quiso que le cortase mejor en la muñeca. Solamente le toqué con la cuchilla y echaba más sangre que un toro. Nos hicimos verdaderos hermanos de sangre, pero le había cortado una vena y María, su madre, por poco está todavía corriendo detrás mía diciéndome que me iba a matar. "Te voy a matar peazo canalla, que por poco desangras a mi niño".
Otro día, cogí alcohol y me lo echaba en la palma de la mano y me prendía fuego con un cerillo.
Pedrín también quería probar. No teníamos alcohol y cogimos gasolina de una moto, -al fin y al cabo era lo mismo, pensábamos-. Le rocié la mano y le metí fuego. No había forma de apagársela.
Nos juntábamos con todos los chiquillos, mayores y menores. Una vez fuimos Pedrín y dos o tres más, con Juan Sierra -que era mucho mayor-. Compró en el puesto de "la viejecita", en corredera baja, un duro de cigarros "liahillos" y le dieron cincuenta. No sabíamos a donde escondernos para fumar y nos metimos debajo del Kiosko o templete de la música en la Alameda. Cogimos la mayor borrachera de toda la vida. No se como más tarde se nos apeteció ser fumadores con la fatiguita tan mala que pasamos todos.
Podría seguir con muchísima travesuras más, algunas realmente ingeniosas que llegaban a sorprender a nuestros mayores. Como cortarnos el pelo con unas dotes auténticas de peluquero, bañarnos en el río Iro en "curipichi", andar en la azotea por los tejados, tocar las campanas del Hospital San Martín, donde Sor Clara nos curaba las heridas que nos hacíamos, etc...Hacíamos muchísimas travesuras, la mayoría eran de poca importancia cometidas sin malicia, eran las diabluras de los niños que jugábamos en la calle y nos fabricábamos nuestros propios juguetes: "El Tiraó", "La Onda", "La cuerda con la latilla para el Trompo", "Las chinitas con recortes de azulejos", "Los hoyos para jugar a las bolas". En las calles de entonces, ocurrían muchas cosas, pero me quedaré solamente con estas, ya que él cada vez que me veía me las recordaba. "Empesé a fumar por culpa tuya". "Por poco me desangro cuando me cortaste las venas". "Me fuiste a quemar como Juan y Juana".
Pedrín, era una persona que manifestaba una energía enorme, una vitalidad desmesurable y siempre lo veíamos con un gesto de risa en el semblante. Era un "Mónico" afable, gracioso, cariñoso y muy buena gente.
Me dio mucha rabia no enterarme de su fallecimiento a tiempo. El mismo día del sepelio, otro amigo desde pálbulos con Sor Tránsito, me dijo: "Me ha extrañado no verte acompañando a Pedrín". Me quedé de piedra. Hoy he visto a su hermana Paquita y me abrazó con lágrimas en los ojos.
Se me ha ido un vecino, se me ha ido un amigo, y se me ha ido mi hermano de sangre.
Que Dios te tenga en el lugar que más te guste hermano.
Paco Montiel.
Gracias abuelo Chano por prestarme una página de tu blog.
No se trata de la serie de televisión ambientada en la Segunda Guerra Mundial.
No voy hablar de esos soldados que se atrincheraban en las zanjas para estar a salvo de sus enemigos.
Estas palabras se las quiero dedicar de todo corazón, a un verdadero "Hermano de Sangre".
Un hombre vecino y amigo desde la infancia nacido y criado en la calle Corredera.
Éramos vecinos, de los de antes. Igual o más que una familia. El pozo donde sacábamos el agua para lavar, y lavarnos -ya que no era del todo potable-, era medianero para su casa y la mía. El agua "dulce", -como le llamábamos al agua de beber- la acarreábamos del pozo de "Carmelina", en la casa donde vivía el artista Antonio Benítez.
Mi amigo pertenecía a una familia muy conocida en Chiclana. "Los Mónicos" y "Las Mónicas".
Sus padres: Manolo Avila y María Ballesteros "La Mónica".
Eran siete hermanos: Paquita, Manolo, -que falleció muy joven-, Mónica, Pepe, María, Juani y Pedrín, el benjamín, o miembro más joven de esta familia.
De Pedrín -mi hermano de sangre-, tenía que contar algunas cosas.
Como yo tenía tres años más que él, lo enseñé a jugar a todo. -A todo lo que jugábamos antes-.
Una vez, después de salir del cine, quisimos imitar a un indio y a un soldado que dándose un corte en las manos, la juntaban y ya eran hermanos de sangre.
Cogimos una cuchita de afeitar de la marca "Moto", y yo dándomela de valiente, fui el primero en cortarme un dedo. Seguidamente, quise cortarle otro a Pedrín pero le daba mucho miedo y quiso que le cortase mejor en la muñeca. Solamente le toqué con la cuchilla y echaba más sangre que un toro. Nos hicimos verdaderos hermanos de sangre, pero le había cortado una vena y María, su madre, por poco está todavía corriendo detrás mía diciéndome que me iba a matar. "Te voy a matar peazo canalla, que por poco desangras a mi niño".
Otro día, cogí alcohol y me lo echaba en la palma de la mano y me prendía fuego con un cerillo.
Pedrín también quería probar. No teníamos alcohol y cogimos gasolina de una moto, -al fin y al cabo era lo mismo, pensábamos-. Le rocié la mano y le metí fuego. No había forma de apagársela.
Nos juntábamos con todos los chiquillos, mayores y menores. Una vez fuimos Pedrín y dos o tres más, con Juan Sierra -que era mucho mayor-. Compró en el puesto de "la viejecita", en corredera baja, un duro de cigarros "liahillos" y le dieron cincuenta. No sabíamos a donde escondernos para fumar y nos metimos debajo del Kiosko o templete de la música en la Alameda. Cogimos la mayor borrachera de toda la vida. No se como más tarde se nos apeteció ser fumadores con la fatiguita tan mala que pasamos todos.
Podría seguir con muchísima travesuras más, algunas realmente ingeniosas que llegaban a sorprender a nuestros mayores. Como cortarnos el pelo con unas dotes auténticas de peluquero, bañarnos en el río Iro en "curipichi", andar en la azotea por los tejados, tocar las campanas del Hospital San Martín, donde Sor Clara nos curaba las heridas que nos hacíamos, etc...Hacíamos muchísimas travesuras, la mayoría eran de poca importancia cometidas sin malicia, eran las diabluras de los niños que jugábamos en la calle y nos fabricábamos nuestros propios juguetes: "El Tiraó", "La Onda", "La cuerda con la latilla para el Trompo", "Las chinitas con recortes de azulejos", "Los hoyos para jugar a las bolas". En las calles de entonces, ocurrían muchas cosas, pero me quedaré solamente con estas, ya que él cada vez que me veía me las recordaba. "Empesé a fumar por culpa tuya". "Por poco me desangro cuando me cortaste las venas". "Me fuiste a quemar como Juan y Juana".
Pedrín, era una persona que manifestaba una energía enorme, una vitalidad desmesurable y siempre lo veíamos con un gesto de risa en el semblante. Era un "Mónico" afable, gracioso, cariñoso y muy buena gente.
Me dio mucha rabia no enterarme de su fallecimiento a tiempo. El mismo día del sepelio, otro amigo desde pálbulos con Sor Tránsito, me dijo: "Me ha extrañado no verte acompañando a Pedrín". Me quedé de piedra. Hoy he visto a su hermana Paquita y me abrazó con lágrimas en los ojos.
Se me ha ido un vecino, se me ha ido un amigo, y se me ha ido mi hermano de sangre.
Que Dios te tenga en el lugar que más te guste hermano.
Paco Montiel.
Gracias abuelo Chano por prestarme una página de tu blog.
5 Comments:
Muy bonito. A mí me sucedió lo mismo,que me enteré tres días después porque le pregunté a Virginia cómo estaba. Le haremos una cosita en la revista para el mes próximo.
Querido amigo Paco, es entrañable contar las vivencias de los amigos de infancia, en este caso concreto y lo sabes bien, entre unos y otros podríamos completar muchos capítulos de un libro.
El hablar de nuestro Pedrín es recordar a una persona cercana, cariñosa, alegre y cuantos adjetivos podríamos añadir. Sencillamente se nos fué una persona especial, con un gran y noble corazón, que supo compartir y disfrutar fraternalmente con todos los que le rodeaban algo que Dios le concedió, la felicidad de ser un hombre BUENO.
Tampoco lo sabía y también me he llevado una sorpresa. Mis condolencias desde aqui a todos sus familiares.
Aunque tenia algunos años menos que yo, teniamos una amistad, de esas de conocerte de la calle de la vega y de no se de que mas y saludarnos y me caia muy bien. Seguro que anda por alli arriba dandose a conocer y saludando a todo aquel con quien se cruce.tations
¡¡¡PRECIOSO!!!MUCHAS GRACIAS PACO, POR COMPARTIR TUS VIVENCIAS ,ANÉCDOTAS,TRABESURAS DE TU INFANCIA Y DE HABLAR DE UNA PERSONA QUE PARA TÍ SIGNIFICABA MUCHO TU HERMANO SE SANGRE, LAS PERSONAS QUE QUEREMOS SIEMPREN ESTÁN EN NUESTROS RECUERDOS , POR QUE LOS RECUERDOS NUNCA MUEREN NI AHORA NI DESPUES , UN BESO.
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