23.2.13

Las aventuras de la Radio




Transcurría el mes de junio de 1985. El primer día de feria estaba repasando el dial de la radio para ver si alguna emisora hablaba de nuestro pueblo, cuando escuché algo que me dejó sorprendido: “Sintoniza Radio Chiclana”. Me pareció mentira, ya teníamos radio. Luego me enteré cómo había nacido. Todo había comenzado pocos días antes en una reunión convocada por José Coca Rodríguez y Tomás Gutiérrez Forero.

Pepe Coca, era el técnico, experto en electrónica, fue capaz de poner en marcha la emisora en menos de quince días, además de quedarse sin teléfono, pues el suyo, 401727, se lo dio a la radio para siempre. Tomás era el del proyecto, llevaba varios años con la idea en la cabeza, se había leído no sé cuántos libros sobre el tema y lo tenía todo diseñado, desde la programación a los anuncios. Pusieron en el proyecto, alma, conocimiento, trabajo y empeño. Y lo lograron. Reunieron a quienes sabían que tenían amor a la radio, entre seis u ocho pidieron un préstamo de quinientas mil pesetas y comenzaron a funcionar. Gracias al trabajo de todos, Chiclana tiene hoy una emisora de radio. Aunque no sea exactamente la que ellos soñaron.

La programación era muy diversa, no se dedicaban sólo a entretener a la gente poniendo canciones, sino que, diseñada como radio local, tocaba todos los temas, culturales, sociales, deportivos, etc., que estaban relacionados con Chiclana. Su objetividad era la suma de sus subjetividades. Teniendo claro que cada uno tenía sus ideales y que intentar evitar que cada cual contara el mundo como lo veía era hacer una radio apática y sin personalidad, Tomás nunca impidió a nadie dar su opinión, prueba de ello es que yo siempre dije en mi programa lo que me salió del alma sin pasar por ninguna censura. Recuerdo que cuando nos reunía siempre decía lo mismo: “Debemos ser honestamente subjetivos”. Y de esa variedad y libertad salió el prestigio de Radio Chiclana.

A mí me había gustado siempre el medio y tenía ganas de colaborar, pero no sabía cómo hacerlo. Todos los domingos había un programa a las nueve de la mañana, titulado “Despierta”, que tenía dos horas de duración. Los locutores eran Antonio Andrade y Pepe Coca. En el control y registro de sonido estaba Ángel López y como invitado, Bartolo Canto, que interpretaba a un cura llamado “El Padre Ado”. Poco más tarde, a Bartolo se le ocurrió un nuevo personaje totalmente diferente. Cambió como un calcetín, del cura, la mayoría de las veces problemático, pasó a un niño pequeño con muy poca vergüenza. En este programa también colaboraba Paco Montiel con sus “Historias de Montipá”. Un domingo, le comentaron a Paco que por qué no se buscaba a un hombre mayor para que entablara conversación con el niño. Paco me conocía desde que nació y se hizo el encontradizo conmigo. “Abuelo, el próximo domingo le voy a recoger a usted en su casa para llevarle a la carretera de Fuente Amarga, que en la calle Capote están los estudios de Radio Chiclana y me gustaría que la viera por dentro”. Así fue, a las nueve menos cuarto ya estaba dejao caé en el quicio de mi casapuerta esperando a Paco, y cinco minutos después, en la radio. Aquello era para mí algo nuevo, pero, aunque me impresionó, no me atemorizó, por lo que cuando me invitaron a sentarme en la mesa donde hacían el programa, acepté encantado. Una vez que éste comenzó, Pepe Coca me puso delante un micrófono y, sin darme siquiera cuenta, comencé un diálogo improvisado con el “niño”.

“Hoy el niño viene acompañado de una persona mayor que por su aspecto parece su abuelo”, dijeron para presentarme. Comenzaron haciéndome varias preguntas: primero que cómo me llamaba, contesté que Sebastián Sanduvete-Salado Sánchez-Saucedo. Qué edad tenía y dije que como la memoria la había mandao a componé, había perdío el cuento. Uno me dijo que tenía la impresión de que todavía podría responder en muchas materias y le contesté: Eso, sí, el primero muy despacito, en el segundo me voy cansando, y cuando llego al tercero, arrastro la lengua por el suelo, porque tiene mucha guasa vivir en un tercer piso sin ascensor.
Los oyentes comenzaron a llamar para felicitarnos y para hablar con nosotros. El programa era un magazín bastante improvisado, donde se hablaba de todo y todo se comentaba. Un día, llamó una persona protestando porque en su calle hacía varios días que no había luz. Nos preocupamos por el tema y al domingo siguiente pudimos anunciarle que se había solucionado. Ese día recibí varias quejas más y así fueron aumentando las llamadas. Todo ello, nos obligó a cambiar de estilo hasta llegar a transformarnos en receptores de las quejas del pueblo. El hilo conductor y guión principal era atender al ciudadano y recoger sus peticiones, que no se quedaban sólo en un diálogo radiofónico, sino que una a una las íbamos anotando y cuando se arreglaban las comentábamos. Lo mismo nos llamaban para indicarnos que una calle estaba falta de luz, que una acera estaba levantada, como para cualquier tipo de deficiencia que alguien hubiese detectado. Eran tantas las llamadas que llegamos a contabilizar en un solo día más de ochenta. Cuando el Ayuntamiento arreglaba algo, Juanito el de Obras dejaba una nota en el despacho de la Policía Municipal, en el propio Ayuntamiento, y nosotros el domingo lo comentábamos y borrábamos como solucionado el problema en cuestión. No todo eran quejas, también existían llamadas simpáticas y graciosas. Recuerdo una vez que me llamó una señora y me citó en la puerta del Hogar del Pensionista un día a una hora determinada. A la hora que me dijo, allí estaba el tío, puntual, pero ella no apareció. El domingo siguiente fue la primera que llamó, diciéndome que se había quedado compuesta y sin novio, le contesté que así me había quedado yo ya que ella no compareció a la cita. Pero seguía insistiendo, llegando hasta a jurar “que me muera yo, que fui”. No jure en falso -le contesté- no vaya a ser que te entre lo que le entró a mi abuela.

Cada domingo introducíamos algunas modificaciones en el programa, respetando, claro está, las llamadas de las quejas. Recuerdo con especial cariño, a una señora que me llamaba todos los domingos. Decía que su nombre era “Metamorfosis”. Como no se quedaban las llamadas registradas, ni se sabía el número como hoy, cada cual podía transformarse o ponerse el nombre a su gusto. Esta mujer era Ana María Fornell Ruíz. Auténtica heterogénea y polifacética. Lo mismo escribía un poema de amor, que un pasodoble para su chirigota.

Hacíamos adivinanzas y al acertante le regalábamos los avíos de un puchero que tenía que recoger en la Carnicería de Pedro, en Santa Ana, que nos lo daba gratis. También estuvimos una buena temporada regalando a las Apas que nos lo solicitaban, una señal de Stop pintada en una tabla de madera con un palito, para que a la hora de la entrada y salida de los colegios, como no se ponían los guardias a regular el tráfico, los padres o los niños mayorcitos, parasen la circulación para poder cruzar sin peligro.

Participaba de una radio viva, ágil, con personalidad, que comenzaba a quitar audiencia a las radios de siempre y eso preocupaba. Tuvo que dejar los estudios de la calle Capote y marchar al Campito en un lugar en precario que le cedió el Ayuntamiento. Más tarde, todo se arregló e inauguramos unos estudios preciosos y modernos en la Calle La Vega en un piso comprado por Coca y Tomás. Así íbamos funcionando hasta que un día llegó el Ayuntamiento y, no sé cómo, pero se quedó con nuestra radio.

Aguanté un tiempo hasta que Paco Montiel se fue a Radio La Isla y, como es lógico, me fui con él.
Pero el tiempo que estuve en Radio Chiclana experimenté unas vivencias que no olvidaré mientras viva. Tuve multitud de experiencias y contactos con personas que nunca me hubiera podido imaginar. Me sucedieron muchas anécdotas, unas las viví en primera persona y otras le ocurrían a diferentes miembros de la radio.

Por ejemplo, recuerdo que un día me quedé en los estudios acompañando a Tomás que tenía un programa después del nuestro. Ese día era posible que el Chiclana C.F. ascendiera a tercera división, pero tenía que darse una carambola muy complicada. El que iba primero en la liguilla de ascenso, el San Juan de Aznalfarache, jugaba en su casa con el Santaella, que iba el último y el Chiclana jugaba en casa con el Valverdeña que iba el segundo. Para poder subir, el Chiclana tenía que ganar y el San Juan perder, cosa harto difícil. Nuestro equipo estaba todavía jugando cuando el San Juan ya había terminado su partido. Llamamos al cuartel de la Guardia Civil de San Juan de Aznalfarache, como era nuestra costumbre, para preguntar el resultado del partido, y el guardia nos dijo que venía de prestar servicio allí y que el San Juan había perdido. Para colmo, el Chiclana iba ganando, por lo que comenzamos a dar la noticia por la radio y animar a nuestro equipo. Nos pusieron en la megafonía del campo municipal, viviendo en primera persona uno de los ascensos más emotivos que ha tenido nuestro Chiclana C.F.

Un domingo me llamó una señora de La Isla quejándose de que la carretera de la Barriada Bazán estaba en muy mal estado. Le contesté que no se preocupara, que si algún responsable nos estaba escuchando seguramente la mandaría arreglar. Poco más tarde llamó un hombre, también de La Isla, diciendo que quería hablar-nos sobre la llamada anterior: “Esa carretera se encuentra en muy malas condiciones debido al paso de tantos camiones pesados que circulan con materiales para la factoría Bazán”. No señor, le repliqué, los camiones de gran tonelaje no pueden pasar por ese sitio ya que la altura del puente de “La Alcantarilla” limita el paso a poco más de tres metros. Todos los grandes transportes, continué, tienen que coger por la estación, pasar por la zona militar y salir por el cuartel de Instrucción de Marinería para continuar por el puente de hierro hasta llegar a la Bazán o a la Carraca. El oyente, sorprendido, sólo pudo articular: “Efectivamente, toda esa zona militar data de 1796”. Y yo, que me conocía la zona al dedillo, le remaché: Es verdad, y por aquellas fechas reinaba Carlos IV. (Es que estos datos se encuentran en el centro de la “Puerta La Cuarta”, que da entrada hacia los astilleros de Bazán y el Arsenal de la Carraca) El buen hombre no se podía ni imaginar la de paseos que me he dado por todos los pueblos de la Bahía. 


También me acuerdo de otra llamada que finalizó en polémica. Estaban terminando de arreglar y de encalar la Barriada del Carmen o del campo fútbol como la conocemos todos. Una señora llamó y nos dijo: “Ya que están tan blancas todas las viviendas, debería el Ayuntamiento encalar la paretilla del Campo Municipal de Deportes”. Muy bien señora, le contesté, no se preocupe que se encalará. Al día siguiente vino a verme un directivo del Chiclana C.F. y me comentó que el responsable del mantenimiento del campo era el utillero del club, y que por todo su trabajo cobraba cuarenta mil pesetas.

En el programa siguiente informé de todo esto y dije que el responsable del mantenimiento del campo era un individuo que tenían contratado para esos menesteres. No me lo explico, pero mis palabras tuvieron que caerle fatal a más de uno. Un familiar escribió una carta al director del Diario de Cádiz titulándola “La radio desinformada” y entre otras cosas decía que este hombre se llamaba Antonio y no era ningún individuo. No tuve más remedio que contestar titulando mi carta “El abuelo informado” y aclarando que nunca me había dirigido a nadie de forma despectiva y diciéndole que el diccionario era la fuente de la sabiduría de todos los individuos y que recoge dicha palabra como persona perteneciente a una clase, corporación, etc. Persona cuyo nombre y condición se ignoran o no se quieren decir. Me acordé, aunque no lo incluí en la carta, del chiste aquel que decía: “Me llamó estafador y me aguanté, me llamó ladrón y no dije nada, me llamó sinvergüenza y me callé. Pero me dijo individuo y no me pude aguantar, le metí mano”.

Probablemente Radio Chiclana tenga mucha culpa de que este viejo pueda cumplir un siglo. Mi aventura en la radio me dio vida, me permitió exponer públicamente mi opinión sobre los temas que creía conveniente, viviendo las penas y las alegrías de los oyentes. Creo que es de bien nacido el ser agradecido. Por eso, de corazón, muchas gracias a la radio. Gracias por permitirme compartir con el pueblo de Chiclana la libertad que transmitía en sus ondas.
-¡Abuelo! ¿Cómo era la letrilla que usted cantiñeaba, después de la sintonía del programa?  
-Espera, hijo, que me lo piense un poquito...

“Despierta es el programa que comienza
escúchelo porque le va a gustar.
Si quiere puede formular sus quejas
de algo que en Chiclana marche mal.

Pa consultar por algo que le inquiete,
no dude en su teléfono marcar,
cuarenta diecisiete veintisiete
que todo nuestro apoyo encontrará.

Y es que radio Chiclana pretende
en este su programa matinal,
que el chiclanero diga cuanto sepa
ya sea de la Banda o del Lugar”.