30.9.06

EL ABUELO ESTÁ LOCO




El abuelo está loco. Pasea por La Alameda y se para, mira hacia el cielo y balbucea palabras entre dientes, la gente le pasa con mucha prisa. El abuelo Chano mira los pájaros y casi logra entenderlos, ve como hacen ballet en el cielo, ve como anuncian mal tiempo, presagian el levante y la lluvia, piensa en la conveniencia o perjuicio que ello conllevará en el campo y en sus cosechas ¡El abuelo está loco! está loco porque no hace lo que los demás, porque no responde a las exigencias que esta sociedad impone como norma. Pasea hacia ningún lado, no tiene prisa porque es un celoso amante de la naturaleza y de la vida sana, porque es amigo de los animales, porque no comprende la carrera de esta sociedad, la carrera de aparatos electrónicos y necesidades creadas por el hombre de la actualidad, no comprende las preocupaciones de la sociedad de consumo, aunque las respeta. Él trata de vivir su vida a su manera, sencillamente lo mejor que puede y sabe. Quiere saber que se hacen cosas para que no exista el paro, quiere saber y conocer todos y cada uno de los problemas de su pueblo.


El viejo continúa caminando cabizbajo y abstraído de la gente que pasea a su alrededor. Las aguas del río se agitan con ligero temblor, centellean al reflejo del sol, él va agarrado a un bastón incierto, buscando el equilibrio de un cuerpo semideformado por la vejez. Le tiembla el pulso, tiene la cabeza hecha a sus cavilaciones y los huesos a los cambios del tiempo, pero todo en armonía. Aunque renqueante, camina con serenidad, quietud, tranquilidad y sociego por La Alameda. Recuerda cómo era aquel sitio y añora todo lo que hoy allí no existe, pero confía en que alguna vez, aunque él ya no esté para verlo, se volverán a recuperar éstas y otras cosas que fueron perdiéndose en el transcurso de los años.


Pero no se queda ahí el longevo, sino que se pierde por sus calles acariciando la vida siempre en movimiento, inclinándose sobre sus edificios y sus monumentos, sin despreciar nada ni a nadie, dándole los buenos días al carnicero, al panadero, al mendigo y al último borracho de la noche anterior, porque quizás se acuerde de una frase que leyera o escuchara alguna vez:

Abuelo Chano.

"Vale más el eructo de un bebedor,
que el rezo de un hipócrita"