28.10.12

Alcalde Martínez de Pinillos



Sebastián Martínez de Pinillos y Bel. Nació en Cádiz, 1888 y falleció en Chiclana, el año 1953.
Hijo del Alcalde de Cádiz D. Sebastián Martínez de Pinillos y Tourné.

Voy a tratar de contar lo más abreviado posible, la historia y las cosas que –como alcalde que fue en varias ocasiones– este hombre emprendió y llevó a cabo en nuestro pueblo. Cuando el golpe militar de Primo de Rivera era alcalde de Chiclana Andrés Escobar Guillén (29-01-23 al 01-10-23) como podéis apreciar, duró el tiempo que dura un parto. Fue sustituido por Martín Periñán Parra que permaneció solamente tres meses, pues el 16 de enero de 1924 nombraron alcalde por vez primera, a Sebastián Martínez de Pinillos y Bel.

Este hombre fue muy carismático, hizo una política muy personal y dejó su marca en nuestro pueblo realizando obras que han llegado hasta nuestros días. Destacar la construcción del Ayuntamiento en 1928 y en el mismo año la inauguración de la Alameda del Río y el acogedor y precioso Puente Chico. Ya en 1926 había sido nombrado “Hijo Adoptivo y Predilecto” de Chiclana a petición del Primer Teniente de Alcalde D. Ricardo Martín Amaro. Su mandato fue uno de los más largos de la época y, aunque tuvo el paréntesis de un mes (26-02-30 al 20-03-30), en el que fue alcalde el viñero Bernardo Periñán Parra, D. Sebastián Martínez de Pinillos y Bel estuvo al frente del Ayuntamiento hasta el 12 de marzo de 1931.

Cuatro años más tarde, –en plena Guerra Civil– volvió nuevamente a ocupar dos años más el sillón consistorial. Del 22 de julio de 1936 al 24 de marzo de 1938. Un mes más tarde tomaría el relevo Antonio García Trevijano, que se mantuvo mandando durante diecisiete meses.

En septiembre de 1926, comenzó la construcción del nuevo Ayuntamiento, que se edificaría en la céntrica calle Risso, en el solar donde antes estaba el Hospicio y que había sido adquirido por el Consistorio en cuatro mil duros. Este Hospicio, que también se conocía como Casa de Misericordia, fue donado a la ciudad por un comerciante genovés afincado en Chiclana, que se llamaba don Alejandro Risso. Por cierto, que a esta calle, ahora llamada Constitución, se le conocía primitivamente como la de Aguardientería, debido a la cantidad de alambiques para destilar el orujo de la uva que en la misma existían. El proyecto del Ayuntamiento se le encargó al arquitecto José María Plaza y las obras a una empresa de Madrid que se llamaba Max Jacobsen, pues por aquí, al parecer, no había constructora para afrontar una tarea tan importante, con un presupuesto de cincuenta mil duros. Para el mobiliario se fueron a la Casa Campe de Cádiz. El nuevo inmueble se construyó en estilo renacentista y fue inaugurado por el Obispo de Cádiz el 8 de julio de 1928.

En ese mismo mes de septiembre también comenzaron las obras del puente de cemento frente a la calle La Vega, en sustitución del que arrastró la inundación del año anterior, que era de madera sobre estacas. Así, la gente de La Banda podía pasar más fácilmente a comprar en La Plaza. Para esta obra los vecinos pudientes de Chiclana realizaron al Ayuntamiento un préstamo al siete por ciento de interés. Un año más tarde, en 1927, estrenamos el puente, que iba a ser emblemático hasta el final de su vida cuan-do, aprovechándose de la riá del sesenta y cinco, lo derribaron para hacer el mamarracho que tenemos ahora. Puede sonar a exageración, pero era todo un símbolo querido por el pueblo y su destrucción nos pareció a muchos chiclaneros como si en Sevilla tiraran la Giralda o la Torre del Oro.

Y ya que estábamos con el puente, también se le metió mano a la Alameda que no se remozaba desde que a finales del siglo XIX lo hiciera el alcalde José María Quecuty. El trabajo de remodelación se hizo durante el año 1927 y para la feria de ese año estaba prácticamente terminado. Costó más de veinte mil duros y el kiosco de la música, coqueto, precioso y que nos duró hasta la riá del sesenta y cinco, pasó de las siete mil pesetas. Aprovechando que todavía le quedaba algún dinero, Martínez de Pinillos arregló la calle Magistral Cabrera y edificó la actual Plaza de Abastos.

Inauguración Ayuntamiento 1928


Alameda con su antiguo Quiosco 1928

Por aquella época existía la costumbre, que llegó hasta bien entrados los años setenta, de pasear por la Alameda y por la calle La Vega. Martínez de Pinillos puso orden en estos paseos, estableciendo que teníamos que circular por la derecha para no tropezar con los que venían de frente y así, evitar lo que ocurre ahora cuando hay algún acontecimiento en el centro de la ciudad. No se conocían las pipas ni esas porquerías que se comen ahora envueltas en bolsas de plástico con muchos colorines. Una de las pocas chucherías que conocíamos eran los piñones, que se comenzaban a comer a finales de julio, por Santa Ana. La Alameda –recién estrenada– estaba siempre llena de cáscaras y este alcalde sacó un edicto donde prohibía que se arrojaran en las vías públicas. Tras esta restricción, la gente en un bolsillo llevaban los piñones y el otro se usaba para guardar las cáscaras. Aunque hizo un pueblo más limpio, esta medida no gustó mucho a cierta gente. Cuando dejó de ser alcalde, le echaron en su casapuerta un saco lleno de cáscaras de piñones. 


Archivo Municipal





 Puente Chico 1928

Puente Chico. El coqueto puente que tras la riada del 19 de octubre de 1965, fue posteriormente sustituido por la pasarela actual cuyo “diseño” lo realizó Juan de la Vega.

El 27 de febrero de 1924, una comisión formada por las personas más representativas de las “fuerzas vivas”, enviaron un telegrama al gobierno, al amparo de los nuevos aires que corrían con la suavización de la dictadura y con el gobierno de Berenguer, en el que pedían: “Fuerzas vivas ciudad de Chiclana, han presentado respetuosa protesta ante el Gobierno Civil, para que Don Sebastián Martínez de Pinillos y Bel, no continúe como alcalde del Ayuntamiento de Chiclana”. Rápidamente es atendida esta propuesta y se nombra nuevo alcalde, recayendo el honor en un socio del Sindicato fundado por el Padre Salado. Con la lógica alegría, el presidente del sindicato envió el siguiente telegrama: “Sindicato Obrero de Viticultores presido, congratularse elección Alcalde recayera en nuestro venerable socio D. Bernardo Periñán Parra”.

Hasta aquí todo normal. Lo lógico dentro de la política, unos aprietan y otros ceden. Pero unos días más tarde, el 4 de marzo, ocurre lo curioso. El sindicato que cuatro días antes enviaba un telegrama alegrándose por haber sido elegido alcalde un socio suyo, ahora se moviliza para reivindicar que el puesto de alcalde, con dictadura o con dictablanda, debía seguir en manos de Sebastián Martínez de Pinillos. A ellos se les suman las “fuerzas vivas”. ¿Alguien entiende esto? Primero, Martínez de Pinillos no vale, luego, todos contentos con la decisión de nombrar como nuevo alcalde a Bernardo Periñán, socio fundador del Sindicato, y por último, todos pidiendo la vuelta del alcalde de la dictadura. ¿Alguien me lo puede explicar? Colofón y resumen final: en mayo el Gobierno cesó a Periñán y volvió a poner a Martínez de Pinillos.

El 15 de abril de 1931 todos nos levantamos republicanos. Nadie se acordaba ya que en las elecciones municipales celebradas tres días antes, las candidaturas monárquicas habían obtenido mayoría absoluta. Primitivo Collantes, que había relevado de su puesto como alcalde a Martínez de Pinillos hacía poco más de un mes, es sustituido por Javier de la Cruz Cortijo cuando el 29 de abril el gobernador civil de la provincia “En vista de las numerosas y atendibles protestas presentadas a este Gobierno Civil, contra las elecciones celebradas el pasado día 12 en ese Ayuntamiento, he acordado, ateniéndome a las instrucciones de la circular número 74 del Ministerio de la Gobernación, suspender a ese Ayuntamiento en sus funciones y que se posesione y haga cargo del mismo, con carácter interino, una comisión gestora...”. El 31 de mayo se repitieron las elecciones logrando los republicanos 16 concejales y 4 los socialistas. ¡En poco más de un mes, hay que ver cómo había cambiado todo!

También las calles, como era de esperar, cambiaron sus nombres, borrándose toda referencia tanto a la monarquía como a la pasada dictadura. Unas veces recuperaron su nombre antiguo y otras se dedicaron a figuras o instituciones relacionadas con el nuevo régimen. La Plaza San Juan Bautista pasó a llamarse Pablo Iglesias; la de Alfonso XII, Plaza de la República; Martínez de Pinillos se llamó Galán y García Hernández; Reina Mercedes se dedicó a Francisco Ferrer, Miguel Primo de Rivera volvió a su antiguo nombre de Risso, y así un montón de ellas que ahora no recuerdo bien.

Las primeras noticias que tenemos sobre la sublevación contra la República nos la trae a primeras horas del 18 de julio de 1936, Clemente González, que trabajaba de telegrafista. Por la tarde, todos los que eran algo en el movimiento obrero y social, se reunieron en el Ayuntamiento. Allí se decide detener a los representantes más destacados de la derecha y del fascismo en nuestra localidad, pero al final sólo se detuvo al ex alcalde Martínez de Pinillos y a tres personas más.


Pero la muerte del primer chiclanero ya se había producido. La tarde del 18 de julio caía abatido en Cádiz un corneta de dieciocho años, un chiquillo llamado Rafael Soto Guerrero. Hijo de Carlos Soto Guzmán y de Manuela Guerrero Guerra. Un matrimonio con una familia compuesta por nueve hijos: Concepción, Rafael, Javier, José, Carmen, Isabel, Remedios, Carlos y Manuel. Unos años antes, había perdido a su hijo primogénito, llamado José, cuando prestaba su servicio militar en la Armada.

Se encontraba realizando el servicio militar obligatorio en la 2ª compañía del 2º batallón del Regimiento de Infantería de Cádiz nº 33. Poco podía sospechar que el día 18 de dicho mes, tendría el triste honor de convertirse en el primer muerto de la Guerra Civil en Cádiz. Precisamente este joven fue bautizado el 17 de julio de 1918 en la parroquia de San Juan Bautista. Nunca disparó un tiro, carecía de afiliación política y lo único que hizo fue obedecer, que remedio le quedaba, lo que sus jefes le ordenaron. Estuvo en el lugar equivocado en el momento menos oportuno. 

Todo acabó amaneciendo el día veinte, cuando un alférez de carabineros, al que habían nombrado comandante militar de Chiclana, cesó al Ayuntamiento democrático y nombró nuevo alcalde al juez Juan Moreno de Corta (20-07-36 al 22-07-36).

Pero Moreno de Corta sólo permaneció dos días en el cargo. El 22 de julio volvía a ocupar el sillón consistorial, Sebastián Martínez de Pinillos y Bel, hasta el 24-03-38. Y aquí se acaba toda pluralidad en los primeros representantes de nuestro Ayuntamiento.

Durante la dictadura, tanto los alcaldes como los concejales eran nombrados por el gobernador civil de la provincia. Junto con la alcaldía recibían el título de Jefe Local del Movimiento. A partir de Martínez de Pinillos y hasta la muerte del dictador, tuvimos de alcaldes a Antonio García Trevijano, Ramón Romero, Manuel Moreno Herrera, Manuel Guerrero, Tomás Collantes, Agustín Herrero Muñoz, José Fernández Ruiz, Cristóbal Quevedo, Carlos Bertón y Antonio Martínez Navarrete. Algunos pasaron directamente de desalambrar fincas a ocupar el sillón consistorial.
  

Rápidamente se vuelve a cambiar el nombre de las calles. Desaparece todo lo relativo a la república y aparecen las dedicadas a los generales vencedores, los caídos en el bando ganador y como se podía esperar, una de las más importantes se guarda para el general Franco. Únicamente no se atrevieron a cambiar la calle que llevaba por nombre “Los Obreros”. En la actualidad se llama Sor Ángela de Cruz.