7.10.06

LA DICHA DE SER ABUELO

Una de las experiencias que nos sumerge en una nueva etapa de nuestra vida es la de convertirnos en abuelas o abuelos, un momento vital para el que no siempre estamos preparados y al que no todo el mundo accede de la misma manera.
Hay quien experimenta una especie de sensación de decrepitud e involución, mientras otras personas sienten con el nuevo estatus un renacimiento de ilusiones dormidas.
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La vida me ha dado grandes satisfacciones. Tengo ocho nietos que son, como decía mi madre de mí y de mis otros cuatro hermanos, ¡como yo los quería!, nueve bisnietos que son mi alegría y todos adorables. Ellos me buscan para recibir un consejo o para contarme sus cositas cotidianas.
Por cariño me llaman "papaito", siento un amor muy especial por mis nietos y bisnietos, me desvivo por ellos, es un cariño muy intenso, como de padre, pero mil veces multiplicado. Nos remueven hasta la última fibra del corazón. Es algo diferente de lo que siento por mis hijos. No quisiera que los bisnietos se me hicieran grandes. Los nietos vienen a contarme sus anécdotas de las profesiones o trabajos que tienen, de sus estudios y progresos, de las metas que van alcanzando.
He sido un ejemplo en la vida para cada uno de ellos, una unión a la gran cadena de nuestra familia. Doy gracias a la vida por mantenerme hasta hoy con ilusiones y tener una calidad de vida acorde con el siglo que llevo vivido.
Una de las bendiciones más grandes y extraordinarias que nos obsequia el Supremo es la experiencia de llegar a abuelos e incluso bisabuelos. Gracias a Dios por la oportunidad de ayudar a formar a los nietos con menos responsabilidad y sin repetir los errores que cometimos con los hijos. A través de esos nietos que hoy vemos crecer sentimos que nuestro espíritu se transmitirá de generación en generación y de esa manera vemos que hemos tenido también la inmensa suerte de ayudar a forjar a los hombres y mujeres de mañana.
Abuelo Chano.
"El cigarrillo en la boca
y la vista sobre el cielo.
Así se pasa las horas
de esparcimiento el abuelo".



NO ME GUSTA




No me gusta oír hablar de extrañas crisis de extrañas economías. No me gusta oír hablar que en nuestra tierra sigue existiendo el paro. No me gusta oír hablar de jornaleros que tienen que infringir la la Ley para poder llevar algo de comida a sus hijos. Yo no quiero palabras ni conferencias del hombre, ni tan siquiera la mayor que se pueda imaginar.
La única verdad de todo es cuanto nos rodea. Solo amo el arrullo, ese canto grave y monótono de las palomas y tórtolas, o como conversa el viento entre las ramas de los árboles, o se enreda en mi cuello, o se pone a jugar con mis pocos cabellos. Me gusta que me sorprenda la noche conversando con la paz y el saber que se superan todas las disputas y problemas de la tierra.
Todo progresa y se dilata, nada se detiene. Estoy enamorado de cuanto germina al aire libre, de los hombres que viven junto al ganado, o al sabor del océano o de los bosques. Bueyes que hacen sonar el yugo y la cadena, o que hacen un alto en la sombra frondosa, expresan para mí más que todos los libros que se puedan leer a lo largo de una vida.
Es en el silencio donde mejor he oído mi interior, lo mejor que de mí pudiese haber salido alguna vez. He ido descubriendo y escuchando esa voz que no dejamos escuchar. Esa voz que nos dice a cada uno lo que somos y los errores y virtudes que todos poseemos.
Y luego me hablan de crisi, de paro y de leyes... palabras que rompen la armonía y me hacen ver la imperfección con que nos organizamos.
Abuelo Chano.
"Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza"
Calderón de la Barca.