EL ABUELO ESTÁ LOCO
El viejo continúa caminando cabizbajo y abstraído de la gente que pasea a su alrededor. Las aguas del río se agitan con ligero temblor, centellean al reflejo del sol, él va agarrado a un bastón incierto, buscando el equilibrio de un cuerpo semideformado por la vejez. Le tiembla el pulso, tiene la cabeza hecha a sus cavilaciones y los huesos a los cambios del tiempo, pero todo en armonía. Aunque renqueante, camina con serenidad, quietud, tranquilidad y sociego por La Alameda. Recuerda cómo era aquel sitio y añora todo lo que hoy allí no existe, pero confía en que alguna vez, aunque él ya no esté para verlo, se volverán a recuperar éstas y otras cosas que fueron perdiéndose en el transcurso de los años.
Pero no se queda ahí el longevo, sino que se pierde por sus calles acariciando la vida siempre en movimiento, inclinándose sobre sus edificios y sus monumentos, sin despreciar nada ni a nadie, dándole los buenos días al carnicero, al panadero, al mendigo y al último borracho de la noche anterior, porque quizás se acuerde de una frase que leyera o escuchara alguna vez:
Abuelo Chano.
que el rezo de un hipócrita"